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Siglos
después, el gorro frigio vuelve a aparecer en la iconografía de la revolución
francesa y luego en el escudo nacional Argentino. Lo hemos dibujado en la
escuela primaria y la maestra nos contó que representaba la libertad.
Pero ¿qué
tiene que ver el casco de un antiguo tracio con la libertad? ¿Y qué es un gorro
frigio y por qué representa la Libertad?
Sobre eso,
la maestra calla y los niños no preguntan.
¿Qué es un Gorro Frigio?
El gorro
frigio es un sombrero de forma cónica, parecido a una caperuza, pero la punta
del cono está inclinada hacia adelante. Tiene sus orígenes, vaya sorpresa, en
Frigia, un antiguo reino de Asia Menor con fuertes influencias Persas. Las
primeras imágenes que tenemos del gorro frigio son estatuas que muestran a una
deidad persa, Mitras, vistiendo un gorro frigio mientras degüella a un toro
sagrado blanco que al morir, mediante uno de esos mecanismos míticos a salvo de
explicaciones, se convertirá en la Luna.
Al igual que la Libertad en la famosa pintura de Delacroix, La Libertad
Guía al Pueblo, de 1831, el Mitras de los antiguos mármoles tiene la cabeza
girada hacia la derecha. Sin embargo, el gesto de Mitras no es de heroico liderazgo
sino de duelo. El dios Sol le ha ordenado a Mitras degollar al toro blanco y,
pese a sí mismo, Mitras cumple la orden con obediencia debida.
Con el paso
de los siglos, Mitras asumirá él mismo el rol de dios del Sol (otra vez, esos
curiosos mecanismos míticos), sumándolo a sus otros laureles: era también el
dios de la amistad, la fraternidad, los juramentos y los contratos. Y en lo
castrense, es el dios de la lealtad, la victoria y (¿quién sino Mitras?) el
dios de la obediencia. Valiéndose de atributos tan positivos como plásticos, el
culto a Mitras se extendió a Egipto, a la antigua Tracia, que hoy es parte de
Bulgaria, y a Roma, el destino ineludible de toda una época.
Así se
explica el casco en el museo de Sofía: los devotos a Mitras se identificaban vistiendo
un gorro frigio y por ello su uso se extendió por el mundo antiguo. A la hora
de los bifes, cambiaban el gorro por el casco.
Los griegos,
por su parte, dando muestra de sus prejuicios religiosos y cierta xenofobia,
llamaban “orientales” o “bárbaros” a los que vestían el gorro frigio. Su
atuendo los identificaba como otros, una minoría entre tantas otras cuyas ideas
y símbolos se difundieron a caballo del avance romano.
Hasta aquí,
esta historia es una mezcla de religión, imperio, etnicidad y ornamento militar.
Volvamos a nuestra pregunta original: ¿Por qué el gorro frigio es un símbolo de
Libertad?
La respuesta
la vamos a encontrar en los estertores de la República Romana, en medio de
confusiones y errores propios de las reinterpretaciones posteriores.
El Gorro Píleo
El culto a
Mitras llegó a Roma llevada tanto por legionarios que regresaban de las guerras
en Oriente como por los esclavos de esas conquistas. Allí, sobrevivió hasta al
menos el tercer siglo después de Cristo, aunque en los últimos tiempos era un
culto casi exclusivo de hombres, soldados en su mayoría, practicado en lugares
secretos y subterráneos, con jerarquías, ritos de iniciación y rituales en los
que algunos creen ver los orígenes de las sociedades masónicas. No nos vamos a demorar
en esta posibilidad, porque el nexo, de existir, no pasaría de una burda
imitación a posteriori.
El hecho que
sí nos interesa es que, en la Roma antigua, cuando un esclavo era liberado se
celebraba una ceremonia de manumisión en la que su dueño (o un pretor) le rapaba
el pelo y ponía sobre su cabeza un sombrero de fieltro, sin alas, con forma
cónica, llamado un píleo. Acto seguido, le tocaban el hombro con una vara
especial llamada vindicta y se lo proclamaba libre. Tanto el píleo como la
vindicta eran símbolos de Libertas, la diosa Romana de la libertad.
Por su
forma cónica tanto el píleo como el gorro frigio son, con cierta licencia, fáciles de confundir:
las diferencias se reducen a sutilezas de su factura. El píleo está hecho de fieltro, por lo que
tiene cierta rigidez y se mantiene erguida, a diferencia del gorro frigio,
hecho de material más ligero, cuya punta se desploma hacia adelante.
Cuando los
revolucionarios de EEUU y Francia buscaban símbolos que representaran sus
luchas apelaron a la antigüedad clásica de la república romana. Sin embargo, en
su apuro y fervor confundieron el gorro frigio de los devotos de Mitras con el
píleo de los esclavos liberados.
Debido a
esta confusión, los escudos nacionales de la Argentina, Bolivia, Colombia,
Cuba, El Salvador, Haití y Nicaragua llevan el gorro equivocado. También se
observa el mismo error en el sello del senado de EEUU y en el sello del
Departamento del Ejército de EEUU.
A causa de
estos errores, irrelevantes si se quiere, el gorro frigio representa, desde el
siglo XVIII en adelante, a la Libertad. Lo único que queda librado a las
interpretaciones es lo que cada cual entiende por libertad. Sin embargo, veremos a continuación que la
iconografía del escudo argentino limita severamente las posibles
interpretaciones.
Los Ideales Republicanos
Lo que
distingue al escudo Argentino de los otros escudos y sellos es que en él, el
gorro frigio aparece montado sobre un palo y ese palo aparece en el centro de
la imagen, una posición de indudable jerarquía. ¿Si el gorro frigio simboliza
la Libertad, qué significa entonces ese extraño palo que lo sostiene en nuestro
escudo nacional?
Julio César,
o mejor dicho, sus asesinos, nos proveerán la respuesta.
Las
embestidas de César contra las instituciones de la vieja república dejaron al
senado, corrupto y esclerótico a falta de reforma, en jaque. César toma todo el
poder de Roma en su puño y lo justifica de manera brutal y sencilla: sólo él
puede controlar a la turba excluida y resentida de los suburbios romanos.
Arrinconados y enconados ante la pérdida de privilegios y poder, un grupo de
senadores asesinan a César y, acto seguido, se dirigen al foro romano. Al llegar, se encuentran con una multitud,
inquieta y amenazante, que reclama saber que pasa. Los asesinos de César toman
un píleo de un esclavo liberado y lo alzan sobre un palo para que la multitud
lo pueda ver.
“Vean,”
dicen los asesinos, “hemos liberado a Roma de la esclavitud que nos ha impuesto
el tirano y hemos salvado a nuestra querida república.”
Pero la
muerte de César no salva nada, todo lo contrario. Tras una cruenta guerra civil, triunfa Octavio,
hijo adoptivo de César. Toma el título
de Augusto, y se convierte en el primer emperador Romano.
Tras 500
años, la República está muerta, dando paso a 500 años de Imperio. Sin embargo, ese
gesto desesperado e insuficiente de los asesinos de César en el foro Romano
quedó en la memoria de la civilización occidental y, milenios después, los
revolucionarios del siglo XVIII en Francia y EEUU lo rescatan del pasado y le
dan un significado muy preciso y a la medida de su gesta: el de los ideales
republicanos. Equivocan el píleo por un gorro frigio, pero ¿qué importa? Lo que
vale es el significado, no el símbolo, y equivocar un gorro por otro no es más
que un gaje del oficio de revolucionario.
Demasiado
pronto, la república francesa encontró su propio César en Napoleón. Con las
potencias Europeas debilitadas por las guerras napoleónicas, los libertadores
de América toman la posta de los franceses y enarbolan en sus tierras las
banderas de la libertad, la fraternidad y la igualdad y se apropian también de
la iconografía de gorros frigios y, en el caso Argentino, de palos que los
sostienen en alto.
Resuelto
está, entonces, el nexo paradójico, tan apócrifo como cierto, entre el escudo
nacional y ese bello casco frigio exhibido en Sofia. Pero a la luz de lo que
hemos aprendido, miremos otra vez a nuestro escudo, no ya como símbolo patrio,
sino desde la perspectiva semántica de su iconografía.
La Iconografía del Escudo
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Así, el
escudo expresa el juramento de los próceres, el ideal por el cual estaban
dispuestos a morir con gloria y con el cual afirman que resistirán a las
tentaciones totalitarias. La renuncia de José de San Martin en Guayaquil, por dar un
ejemplo concreto.
El anhelo
de los próceres, entonces, era que la Argentina sea una república, sin
soberanos ni iluminados. Eso es lo que representa ese curioso palo en el escudo
nacional y su presencia en el escudo dice a claras que la voluntad de los
próceres se resiste a una reinterpretación posterior.
Mitras, Eterno e Impertérrito
Volvamos a
Roma, pero ya en los albores de la era Cristiana. Allí encontramos que Mitras ha
pasado a integrar el elenco estable de dioses romanos, ese panteón tan flexible
como abarcador, multicultural al decir de nuestra era. Los devotos de Mitras ahora
se llaman los syndexioi, que se traduce como “los unidos por el apretón de
manos”. Traducido a imágenes, esa frase ya nos resulta harto familiar. Allí
está en nuestro escudo nacional, sosteniendo el palo y el gorro de turno.
Y así con
todos los otros atributos de Mitras que curiosamente aparecen en nuestro escudo. El sol por ejemplo, o esos laureles de soldado
tan heroico como obediente. Por ello, el escudo nacional podría dar la incómoda
sensación de que el poderoso Mitras nos observa, impertérrito e eterno, desde sus
remotos dominios de tiempo y lugar.
Pero no
vamos a caer en el ridículo de decir que el escudo nacional de la Argentina
católica le rinde homenaje a un antiguo dios pagano. Ni vamos a caer en
pueriles conspiraciones masónicas que algunos asocian con el culto a Mitras.
Sin
embargo, son muchas casualidades. ¿Cuál es, entonces, el nexo?
La
respuesta tal vez sea muy sencilla: el único nexo es nuestra humanidad
compartida.
No me
refiero a nuestra humanidad entendida en un sentido optimista e idealista, sino
humanidad entendida como lo que somos, física y mentalmente; una estirpe de
individuos que buscan, muchas veces con desesperación, darle un sentido a la realidad;
una raza renegada de las complejidades con que esa realidad nos acecha y que por
ello intenta encajonarlas dentro de relatos, algunos más descabellados y otros
menos.
A las
palabras se la lleva el viento pero las imágenes perduran en piedras y bronces,
brindando un cimiento a nuestra memoria colectiva, un crisol donde los símbolos
se nutren de las resonancias fundamentales de lo que somos. Los símbolos se
repiten, porque las resonancias siempre son las mismas.
La función
de la memoria, tanto personal como colectiva, es sintetizar los nexos,
facilitando el recuerdo, y tal vez sea en esa síntesis donde se funden el
anhelo de certezas cósmicas de un antiguo frigio con el anhelo republicano de
un prócer argentino.
Son, sin
duda, distintos anhelos y distintos contextos, pero tanto no hemos cambiado en
unos pocos milenios.
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